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Las memorias de Santos están escritas sin tapujos, sin recato, en un lenguaje crudo y coloquial. Es más, pareciera que tienen como objetivo el vanagloriarse de los actos de corrupción, de las formas de hacer política: con el presidente, servil; con los enemigos, implacable; con los que no entienden, plomo, la bala para resolver diferencias.
Gonzalo N. Santos fue uno de los últimos caciques de la Revolución mexicana; controló durante muchos años a la clase política y a la prensa de su natal San Luis Potosí.
En 1946 el historiador Daniel Cosío Villegas recriminaba a los gobiernos emanados de la Revolución mexicana, dos cosas: falta de temple e incapacidad para gobernar.