FUTURO PASADO | Blog de Marco Antonio Villa Juárez
11 | agosto | 2020

El ocaso de una ilustre vida al servicio de México. Guillermo Prieto en Puebla, 1879-1880

Cuando don José Guillermo Ramón Antonio Agustín Prieto (1818-1897) llegó a residir a la ciudad de Puebla al finalizar la década de 1870, pocos años habían pasado desde su efímero periplo político como uno de los hombres fuertes del gabinete del jurista José María Iglesias (1823-1891) al frente de la presidencia nacional autoimpuesta. Prieto fue su ministro de Relaciones Exteriores, de Gobernación, de Justicia e Instrucción Pública, de Fomento y de Hacienda durante breves lapsos, entre finales de 1876 y principios de 1877. Sí, todas estas carteras en menos de medio año. Esto también expresaba, por un lado, la importancia, experiencia y proximidad de don Guillermo con la más alta cúpula; por el otro, una crisis política que parecía ya perpetua.

Iglesias llegó a la silla presidencial después de levantarse en armas contra el también abogado y entonces mandatario Sebastián Lerdo de Tejada (1827-1889), quien pronto dejaría el cargo para el que recién se había reelegido para un segundo mandato, en medio de unas elecciones señaladas de “infladas” que le dieran una aplastante victoria. Finalmente, Lerdo huía a Nueva York el 20 de noviembre de 1876, tras entregarle el gobierno a Protasio Tagle, quien a su vez lo dejó en manos de Porfirio Díaz el día 23 siguiente. El brioso general asumía como presidente de facto; es decir, careciendo de reconocimiento legal. Lo encargó interinamente al general Juan N. Méndez y partió al campo de guerra a defender su postura en el tema.

Con Díaz como mandatario por la fuerza e Iglesias adjudicándose la presidencia por derecho de iure, en el país se preparaba una nueva elección para ocupar la máxima magistratura. Todo en medio de un ambiente de tensión propiciado por el plan y rebelión de Tuxtepec, que pronto cumpliría un año de haber sido proclamado por Díaz. Todavía inexperto en las lides políticas y después de varias asonadas en las que incluso perdió –como la que valió el mote del Llorón de Icamole–, el general oaxaqueño lograría apartar del camino a Iglesias, quien tuvo que dejar el país con rumbo también a Nueva York luego de “una ‘ridícula escaramuza’ que Martín Quirarte define como una desigual lucha ‘entre la toga y el sable’”.[1] En abril de 1877, Díaz, de 46 años de edad, fue declarado presidente constitucional electo. El 5 de mayo tomó posesión.

Prieto fue un testigo de primera línea de estos sucesos, que además sumaba a una larga lista de hechos en los que incluso había sido partícipe como político de alto rango: fue diputado del partido liberal en quince ocasiones, incluyendo la del Congreso Constituyente de 1857 por Puebla, además de ministro de Hacienda con los presidentes Mariano Arista, Anastasio Bustamante y Benito Juárez. En otras ocasiones lo hizo como escritor de textos de economía e historia –en 1848 había visto la luz Apuntes para la historia de la guerra entre México y los Estados Unidos, de la que fue coautor–, literatura y periodismo, pues fue después de 1880 cuando ven la luz sus obras más reconocidas: Memorias de mis tiempos, El romancero nacional y Musa Callejera.

Quizá en el rubro periodístico se constata su mayor productividad y constancia, ya que participó en folletos, revistas y periódicos, como: Calendario de Galván, El Mosaico Mexicano, El Domingo, El Museo Mexicano, Don Simplicio (el cual fundó en 1845 junto con Ignacio Ramírez, el Nigromante), El Álbum Mexicano, La Chinaca y El Búcaro, por mencionar algunos. Tal diversidad de medios se intensificó en la segunda mitad del XIX por la voluntad de las leyes en materia de libertad de expresión y por el faccionalismo político, económico, militar y religioso­.

En Puebla, por ejemplo, hacia 1880 se tiene registro de más de una decena de publicaciones que dan cuenta del frenesí por el periodismo político, aunque muchos de ellos no llegaron al siguiente; además, estos participaban de forma activa en el proceso electoral que se vivía en la entidad, a la par de la sucesión presidencial en la que Manuel González resultaría el elegido. Entre ellos estuvo La Luz, de cuya creación y relaciones con Manuel González y el ministro de Guerra y contendiente a la gubernatura de la entidad, Carlos Pacheco (1839-1891), informaba Prieto a Díaz en una breve relación epistolar ocurrida a partir de julio de 1880.

También en este tiempo, el talento de don Guillermo fue visible en el periódico El Siglo Diez Y  Nueve, en el que aparentemente colaboró por última vez en diciembre de 1878, para llegar al año siguiente a La Colonia Española. Diario Independiente, el periódico del Casino Español de México, ubicado en la capital y dirigido a los empresarios peninsulares que residían en México. En cuanto a su salida del primero, la historiadora e investigadora Lilia Vieyra refiere que su dueño, Ignacio Cumplido, se apegó a su política empresarial de cambiar la planta de colaboradores año con año, con el fin de ofrecer publicaciones inéditas a sus lectores. Y después de breves negociaciones, el editor de La Colonia, Adolfo Llanos,  escribía:

Guillermo Prieto, el popularísimo escritor de costumbres […] honrará en lo sucesivo las columnas de nuestro periódico, publicando en ellas sus famosas revistas populares intituladas San Lunes de Fidel. Nuestro nuevo compañero entra en la redacción de La Colonia como entra un amigo que viene a alegrar la casa en los días de fiesta. Lejos de él las cuestiones políticas, lejos las discusiones, lejos en fin, las áridas y cotidianas tareas del periodista. Encerrado en sus San Lunes, Guillermo escribirá lo que quiera y como quiera, independiente de las ideas sustentadas por nosotros, libre de trabas y consideraciones.[2]

Tal presentación es sintomática de lo que representaba como escritor. Entonces era un hombre de más de sesenta años, connotado y respetado, por lo que puede decirse con certeza que favorecería a la publicación. Incluso, su percepción de sí mismo apelaba a su renombre, además de a su simpático talente, culto por el lenguaje y facilidad por la pluma ingeniosa, aspectos explícitos en las colaboraciones que en este medio presentó y que dieron muestra de su personalidad, para bien del negocio de Llanos y del beneplácito de sus lectores:

para mí, que nunca he atinado con el ojal correspondiente a determinado botón; para mí que hago frecuentemente corrediza la pretina para que se independa de sujeción especial; para mí que hago mi toillet con zambullir como un pato la cabeza en el agua; para mí que hago cabriolas con un pie mañana por mañana, porque siempre encuentro un botín, pero se me escapa el otro […] para mí, digo, solía tener sus amarguras aquella pulidez y aquella exactitud de cronómetro de Emigdio [Neceser, su compañero y amigo del colegio].[3]

Probablemente, para costear a Prieto, Llanos echó mano de la publicidad, misma que insertó en los espacios periodísticos destinados al político y de los cuales este también escribió. Colaboró apenas unos meses, entre enero y mayo de 1879, en la Edición Literaria de La Colonia. Publicó más de una veintena de columnas con cuadros de costumbres de su popular “San Lunes de Fidel” y quince crónicas del “Cuchicheo Semanario” en las que rememoraba las vicisitudes de los siete días de cada semana. En todas da al lector una idea de las tradiciones y costumbres, así como de algunos hábitos cotidianos en aquella Puebla de los Ángeles que él conoció.

Gastronomía, historia, belleza femenina, teatro, política, fiestas tradicionales, liberalismo, religión, lenguaje, pasado prehispánico, consumo de productos importados, las mujeres y su religiosidad y hasta consejos prenupciales fueron algunos de los tantos tópicos tocados por su ingenio. Aquí una muestra descriptiva sobre fiestas tradicionales y religiosidad, de la que también hay que advertir que deja ver la religiosidad poblana, similar al de otras entidades del Centro y Bajío, como Guadalajara, Querétaro y Guanajuato:

Consiste la rifa de Santos en colocar en una [un] ánfora, los nombres de los santos de mayor prestigio y de mejor reputación, para los milagros, como San Agustín, para que aclare el talento, Santa Úrsula para que las vírgenes se multipliquen, San Jorge para que nos libre de los animales ponzoñosos […] San Pascual Bailón para que proteja e ilumine a las cocineras, San Francisco de Paula para lograr novio, señora Santa Ana para tener hijos, San Juan Nepomuceno para que proteja la honra y se conserven en silencio nuestros secretos, San Antonio Abad para que se nos quiten las malas tentaciones, Santa María Magdalena para las chicas de vida alegre […] Santa Polonia para el dolor de muelas, San Gonzalo de Amarante para la Navegación […] y para alcanzar imposibles, como es sabido, Santa Rita de Casia.[4]

Con el encarcelamiento y exilio de Llanos, ocurrido en mayo de este año, terminaba la relación laboral de Prieto con esta publicación, no así su estancia en la capital poblana. Existe también el rumor de que continuó en La Voz de España, luego de que su editor Enrique Muñiz comunicara el 11 de junio: “el popular vate mexicano, el economista, el exministro y compañero del inmortal Juárez, el que con sus chispeantes y variadas producciones amenizó por algún tiempo la Edición Literaria de La Colonia Española, don Guillermo Prieto en fin, a quien la juventud estudiosa de esta capital designa con el respetuoso nombre de maestro, honrará también periódicamente con sus escritos las columnas de La Voz de España”.[5]

Lo que sí no es rumor es que don Guillermo quiso prevenir los apuros económicos y envió una misiva con fecha del 10 de junio a su amigo, el académico, teólogo y también periodista José María Vigil (1829-1909), quien además la reproduce en El Monitor Republicano. En ella Prieto le pide que publicite dos obras suyas, Viaje a Estados Unidos y Versos, porque, como apunta Vieyra Díaz, necesitaba sacar adelante sus gastos personales. Sobre la primera, mucho describe sobre su contenido, para luego hacer alusión a su necesidad:

Quería que anunciaras la terminación de “Mi viaje”, acontecimiento, que si bien no puede compararse con el descubrimiento del fonógrafo, ni con la frustración de la Exposición, es importante para mí como todo eso, y a-caso más por la ocasión metalífera. […] Aun realizándose los ejemplares que quedan, mi ganancia no me reembolsa de los gastos hechos (díganlo mis ingleses queridos) y me daré de santos si por medio de la inocente intención con que te escribo esta, logro mis fines.[6]

De vuelta a la política

No fue la única carta o el único tema, pues una serie de comunicaciones de índole político sucedió en lo que quedaba de ese año y el siguiente, toda vez que Prieto se acomodaría como funcionario mediante una diputación por la entidad ante el Congreso. Aparte, algunos amigos, como el destacado profesor, general liberal y gobernador de Puebla, Juan Crisóstomo Bonilla (1835-1884), le invitaron a participar en la elaboración del plan de estudios de la Escuela Normal de Profesores de la entidad, de la que al parecer Prieto fue su primer director.[7]

El ministro porfirista Carlos Pacheco se postuló a la gubernatura de Puebla hacia mayo de 1880, luego de meses de preparaciones en las que cuadró sus intereses en la entidad con su cargo de funcionario federal. Por otra parte, el pachequismo alteró la tranquilidad de muchos pueblos poblanos, sobre todo los de la sierra que por años apoyaron al partido de la Montaña, el cual venía dominando la región desde hacía décadas. Y es posible que esta candidatura fuera una reafirmación de un interés estratégico de parte de la propia cartera que Pacheco representaba, tanto por la posición geopolítica como por la presencia de emplazamientos federales en la región a los cuales habría que sacarle provecho ante las diversas rebeliones que ocurrían.

En este escenario, Prieto fungió como el agente electoral de don Porfirio, a quien le informó en una carta con fecha del 8 de agosto de 1880 sobre los trabajos de los candidatos de la Montaña, en los que dicho sea de paso se encontraron evidencias de fraude con la duplicidad de credenciales, dobles elecciones, mesas y legislatura independientes, entre otras irregularidades: “Las tropas en sus cuarteles, la gente en sus devociones y paseos, el teatro lleno, el Gobernador en la lonja jugando fresnillo.[8]

Opuestos a Pacheco y por ende a los intereses del gobierno, los candidatos de la Montaña –a los que Prieto calificó en otra carta como “los Señores de la Cofradía de los Desamparados”–[9] resultaron ser los ganadores con Juan Nepomuceno Méndez Sánchez (1824-1894) como el titular del gobierno estatal, un personaje que tiempo atrás respaldó al general Díaz en sus distintas batallas y por lo tanto guardaba cierta amistad con él, relación que ahora parecía estar en peligro, ya que el presidente se opuso a las elecciones dobles.

En cuanto a Guillermo Prieto, las relaciones epistolares no cesaban. Son de llamar la atención las letras que compartió con Díaz en torno a la fundación del periódico La Luz, en las que se advierten mayores aspectos de la tensión política por las que atravesaba la entidad y hasta del papel del futuro presidente, Manuel González. Así, a fines de julio, Prieto le comunica sobre los acontecimientos hostiles en la entidad, de cara a las elecciones, entre los de la Montaña y “los pachequistas”. En su respuesta, don Porfirio le informa:

Hoy recibí su favorecida de ayer. Mucho celebro que las gentes de la sierra se pacifiquen y mucho celebraré que pronto lo hagan por completo y hasta disipar los temores de un nuevo [ilegible]. / Me dirigiré a los señores González y Pacheco para el asunto de la fundación [de] “La Luz”, y no dudo que en vista de sus justas observaciones, lo antes de una manera conveniente y satisfactoria, agradeciendo Ud. en su nombre y en el más sus buenos oficios con el Señor [Juan Crisóstomo] Bonilla, respecto del Periódico Oficial del Estado […] / Los mismos Señores son extraños a la liga [posiblemente la Montaña] que usted indica, y me dirijo á estos señores con el objeto de que lo impidan. / Sírvase Ud. manifestar al Señor Bonilla mis reconocimientos por sus cumplimientos, y correspondiéndolos de la manera más expresiva. / Siempre amigo afín y seguro servidor.[10]

En cuanto a Carlos Pacheco y Manuel González, puede advertirse que Prieto simpatizaba con su causa de cara a las elecciones que, tras ganar la Montaña, solo agudizaron los brotes intestinos que en lo sucesivo debilitaron dicha fuerza, hasta que desapareció algunos años después, dando paso al crecimiento económico que distinguió al régimen porfirista en toda la República Mexicana. Por otra parte, la comunicación entre Díaz y Prieto siguió siendo frecuente los siguientes días. El 2 de agosto, don Guillermo trata el clima electoral en la entidad:

Muy fino y querido amigo. / El empeño que contraje con U. [Usted] de decirle lo que aquí ocurre me hacen distraerlo frecuentemente de sus ocupaciones, pues aunque no veo amago alguno de tratarme […] a cada momento fuentes de mala inteligencia y gérmenes de discordia futura. La acritud y resolución con que se expresa la “Luz” periódico considerado como Gonzalo-Pachequista y midiendo instrucciones del S. [Sr.] Pacheco tiene en grande la ruta con los ánimos. Yo creo todo esto independiente del S. Pacheco pero sus efectos con las uniones y en una prueba la resurrección de la candidatura con más efervescencia que nunca. El partido carrillista vuelve a la vida también y los círculos lamentan y se cierran contra la Montaña.

En el mismo tono, las cartas siguieron saliendo día tras día.

El final de un ciclo

Es probable que nuestro personaje haya dejado la entidad hacia 1882, según la historiadora Vieyra Sánchez, mudando su residencia a Ciudad de México. De su participación en la política, tuvo no pocas intervenciones hasta que en 1896 pronunció su último discurso en el Congreso al que pertenecía desde 1884.[11] También puede confirmarse que vivió por unos meses en Cuernavaca, Morelos hacia 1887. Por otra parte, son conocidas las compilaciones de toda su obra literaria y periodística, así como sus publicaciones en prosa más afamadas, referidas párrafos atrás. Se integró también a instituciones de corte nacionalista y liberal, como el Ateneo Mexicano de Ciencias y Artes (1882), el Liceo Hidalgo en su tercera época (1884-1888), o el Liceo Mexicano Científico y Literario (1885-1889).[12] Así continuó hasta su fallecimiento en marzo de 1897, en condiciones desfavorables; algunos dirán que precarias.


[1] Doralicia Carmona, “José María Iglesias publica un Manifiesto de Iglesias en el que señala que: “el triunfo militar de Díaz no constituirá una victoria política. Enero 2 de 1877”, en Memoria política de México. En línea: https://bit.ly/2DeNESk (consulta: 3 de marzo de 2020).
[2] Adolfo Llanos, “Algo bueno”. En La Colonia Española, año 6, núm. 1159, 29/dic/1878.
[3] G. Prieto, “Una comida inesperada”. En La Colonia Española, año 6, núm. 1169, 12/ene/879, p. 1.
[4] G. Prieto, “La rifa de Santos”. En La Colonia Española, año 6, núm. 1181, 26/ene/1879, p. 4.
[5] E. Muñoz, “Otro redactor”. En La Voz de España, año 1, núm. 4, 11/jun/1879, p. 2.
[6] Vieyra S., op. cit., p. 621-624.
[7] Jesús Márquez Carrillo, “La educación pública en Puebla durante el siglo XIX”. En Revista de la Universidad de México, número extraordinario, México, UNAM, p. 43-46.
[8] Carta de Guillermo Prieto a Porfirio Díaz, Colección Porfirio Díaz, México, UIA, caja 5, legajo 3, documento 001369, 8/ago/1880.
[9] Carta de P. Díaz a G. Prieto, Colección Porfirio Díaz, México, UIA, caja 5, legajo 3, documento 001380, 11/ago/1880.
[10] Carta de P. Díaz a G. Prieto, Colección Porfirio Díaz, México, UIA, caja 5, legajo 3, documento 001174, 31/jul/1880.
[11] Doralicia Carmona Dávila, “Guillermo Prieto Pradilla. 1818-1897”. En Memoria Política de México. Disponible en: http://www.memoriapoliticademexico.org/Biografias/PPG18.html (consulta: 21/nov/2016).
[12] Belem Clark de Lara y Elisa Speckman (editoras), La república de las letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico. Volumen I. Ambientes, asociaciones y grupos. Movimientos, temas y géneros literarios, México, UNAM, 2005, p. 23-25.

Marco Antonio Villa Juárez

Maestro en Historia. Editor, investigador y articulista de la revista Relatos e Historias en México.

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