ESCRIBIENDO EL PASADO | Blog de historiadores
07 | marzo | 2021
En la definición que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en México proporciona menciona lo siguiente: “Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición. Todos tenemos los mismos derechos humanos, sin discriminación alguna.”[1]
En la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada por la Organización de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, en su Artículo 2 dice: “Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.”[2]
En ambas citas se expresa, con claridad, que los derechos humanos no deben de tener distinción alguna respecto al sexo. Sin embargo, históricamente, esto no siempre ha sido así en México, en lo que se refiere al ejercicio de los derechos políticos para todas las personas, puesto que no se les reconocía a las mujeres la ciudadanía mexicana, de forma plena, en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos del año de 1917.
De acuerdo con la categorización clásica de los derechos humanos, los derechos políticos son reconocidos como Derechos de la Primera Generación, que tienen como antecedente histórico a la Revolución francesa,[3] cuya característica esencial es que el Estado debe de respetarlos siempre. Ante los que hombres y mujeres poseen iguales derechos.[4]
En el año de 1917, en el que se discutió previamente en un Congreso Constituyente, se votó y se sancionó la Carta Magna que rige actualmente en la República Mexicana. Fue un momento cúspide en la historia jurídica de nuestro país, al incluirse derechos sociales relativos al trabajo, la educación y los bienes del suelo y del subsuelo de la nación en ella. No así para la historia de las mujeres, que verían, con una mezcla de sentimientos entre tristeza, frustración y resignación, que no se les brindaría el reconocimiento de dos de sus derechos políticos, a saber: el derecho a ser electas para ocupar un cargo de elección popular de su país y, a su vez; el derecho a votar por el candidato a elección popular de su preferencia, de forma libre, secreta y directa.[5]
Falta de lucha no fue, puesto que para ello Hermila Galindo dio honrosamente la batalla en los dos frentes: defendió el derecho del voto para la mujer ante el Congreso Constituyente en Querétaro y contendió en las urnas en ese mismo año emblemático de 1917. Hermila Galindo fue una feminista duranguense que se unió a la Revolución mexicana cuando Venustiano Carranza, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, la invitó a trabajar con él como su secretaria particular. Carranza quedó muy sorprendido luego de escuchar el brillante discurso de bienvenida que ella le dio al entrar triunfante a la Ciudad de México en agosto de 1914, después de haber vencido al espurio general Victoriano Huerta.[6]
El 16 de enero de 1917 solicitó el voto femenino restringido al Congreso Constituyente que sesionaba en Querétaro. Luchaba por la igualdad ciudadana de las mujeres y consideraba que con el acceso al voto “podrían organizarse para defender sus intereses, los intereses de sus hijos y los de la humanidad. Sólo con el voto podrían las mujeres combatir la prostitución, el alcoholismo, la delincuencia y la criminalidad de los niños y jóvenes.”[7]
Ese mismo año, también se postuló como primera candidata a diputada federal por el quinto distrito electoral de la Ciudad de México. [8] En el periódico El Universal se aclaraba que en “La Constitución promulgada el 5 de febrero no priva a la mujer del voto, ya que establece en su artículo 34 que son ciudadanos de la República todos los que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan además los requisitos de haber cumplido 18 años siendo casados y 21 si no lo eran, y tener un medio honesto de vivir”.[9] Aun cuando los comicios no fueron favorables para ella, la feminista no se amilanó jamás, continuó en su lucha feminista trabajando por la causa revolucionaria.
Fue hasta el 17 de octubre de 1953, que se publicó la adición al artículo 34 constitucional como sigue: “son ciudadanos de la República los varones y las mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos: haber cumplido 18 años, siendo casados, o 21 si no lo son, y tener un modo honesto de vivir”.[10] Con esta modificación, finalmente se le reconocerían a las mujeres sus derechos políticos, de votar y ser electas a un puesto de elección popular, de forma plena en los Estados Unidos Mexicanos.
El 3 de julio de 1955 las mujeres acudieron por primera vez a las urnas a elegir diputados federales.[11] Y, aunque lamentablemente Hermila Galindo ya no pudo ejercer su derecho de votar, porque murió un año antes, en la Ciudad de México el 19 de agosto de 1954, sí alcanzó a escribirle una carta de congratulación al otrora Presidente de México, Adolfo Ruiz Cortines, por haber cumplido su promesa de promulgar las reformas constitucionales necesarias para ver materializado su sueño. Con todo y su deteriorada salud, en las líneas escritas se percibe la emoción que la feminista Hermila Galindo sintió de ver cristalizado ese derecho por el que luchó treinta y seis años antes, como se lee en el siguiente fragmento de la misiva:
La conquista adquirida por la mediación de usted, tendiente a emanciparnos políticamente, cristalizada ya en un hecho positivo, lo hace acreedor a que las mujeres, capaces de valorar lo que esa conquista significa, le levantemos un altar en nuestras almas, enseñando también a nuestros hijos a honrarlo y venerarlo (…) me congratulo de haber tenido fe en usted, pues había algo en mi interior que me decía que usted sí cumpliría todo lo ofrecido. Le ruego aceptar por lo tanto mis felicitaciones y mi gratitud.
¡Cómo quisiera tener salud para ayudarlo, con mi pequeñísimo grano de arena, a formar esa Patria Nueva que usted ha ideado para que resplandezcan la moralidad y la justicia! Desgraciadamente para mí, mi vida va minándose más y más día a día, los ataques de asfixia, motivados por el asma son cada vez más frecuentes y temo para mí que me queda muy poco tiempo de vida.
Pero desde mi lecho de dolor, estimo y aplaudo los esfuerzos de todos aquellos que como usted buscan el mejoramiento de la Patria y la reivindicación de la mujer mexicana.[12]